Cae la tarde

miércoles, 20 de agosto de 2008


Siempre hay un momento para el principio, un buen comienzo no encierra en si mismo ningún secreto, pero lo que de verdad importa siempre es el final. Soy el resultado de una generación a la que se le ha enseñado a ser buenos perdedores, incluso a tener cierto estilo en ello. Siempre he tenido la clara idea de cómo se debe de comportar uno cuando la partida esta perdida por imposible. Lo que nadie se molestó en enseñarme jamás es a ganar, cómo puedes ser buen perdedor pero tan pésimo ganador? Una cáscara de erizo abandonada al sol por demasiado tiempo, por alguna extraña casualidad aún conserva sus espinas pero ya no le sirven de nada y nadie se lo ha contado… Me siento en mi roca a observar cómo las olas rompen a mis pies, nada me toca, ni el mar, ni el viento. Estoy de paso, toda mi vida lo he estado, se me nota, apesto a ausencia, a efimera naturaleza, todo lo relacionado conmigo tiene una fecha de caducidad temprana e invariable. Me vuelvo invisible a voluntad y sólo me preocupo de estar lo bastante alejado de todo lo que tarde o temprano sé que explotará. Esta actitud mía se convierte en una excusa perfecta y a la medida de cualquiera que se me acerque buscando poco más que un culpable de sus frustraciones. Que haces? Intentas que encaje en tu esquema de las cosas? Hay pocas cosas capaces de retenerme hoy por hoy, y ninguna de la que no sea consciente. Mi vida transcurre entre el instante perfecto en que una sonrisa cómplice brilla por primera vez y ese último polvo triste y violento con esa persona que hace tiempo pertenece a otro. Sólo si cierro los ojos me doy verdadera cuenta de lo solo que llego a estar, del vacio que existe en torno mio. Dentro ni tan sólo es el vacio, sencillamente algo no marcha como debería, no hay nada en absoluto.

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