La noche de los perros

sábado, 1 de noviembre de 2008


Es de noche y estoy tumbado en mi montaña otra vez, como siempre. Tumbado al aire libre, la noche clara sobre mi por toda proteccion. Una amiga dice que a 0º no hace ni frio ni calor, asi que ahora que estoy a 3º supongo que debe de hacer calor. Sobre mi se distingue claramente el cinturon de Orión, tiene gracia que sea precisamente esa la única constelacion que soy capaz de reconocer. Por que? Orión nació de los meados de los dioses, y era un cazador maníaco con una meta imposible. Me cae bien el tipo. Pensamientos demasiados elevados para mi se quieren abrir paso en mi cabeza, descuido mi lugar, lo que soy en realidad. Soy un animal, un perro con casi toda probabilidad. Un perro callejero, sin raza reconocible, vagabundo y un poco tiñoso. El tipo de perro buscavidas que siempre se las arregla para robar un pedazo de carne, lograr unas caricias y, a veces, alguna patadada que otra. Siempre fui demasiado salvaje para quedarme encerrado mansamente entre los barrotes de una sola cama, demasiado imbécil para saber cuando estaba yendo demasiado lejos, demasiado listo para quedarme quieto sin mas. Me gusta mi vida vagabunda y libre, aún no se lo que es llevar bozal, y la correa siempre me queda pequeña. Animales somos, por el mundo vagamos, comemos, peleamos y follamos cuando podemos, y apenas somos capaces de recordar cuantos ni cuales de nosotros quedan en el camino, atropellados en la carretera de la vida, donde los coches nunca frenan. Me estoy helando, no hay alcohol esta noche, ninguna mujer me espera en la cama, asi que no tengo prisa por volver. Mi vida cada vez se simplifica más, de lo que no dejo de alegrarme, me preocupa mi próxima comida, y a veces la próxima víctima de mis sábanas manchadas de lágrimas. Soy un perro, no tengo preocupaciones, no quiero ser por más tiempo un ser humano, lo probé un tiempo y es una mierda, sufres y vives en una continua frustracion, a mi alrededor se derraman rios de lágrimas, y sin embargo no existe ya un ápice de piedad en mi forma de actuar, me convierto en un enorme camión de carne, una apisonadora, un jodido quitanieves de echar polvos y apartar personas. No entiendo de lágrimas, celos, castigos y celdas. Si yo tuviera un alma, te la prestaba a ti, porque a mi me sobra el lastre. Si tuviera ojos para ver amanecer, los cerraria porque no existe nada digno de ver salvo las estrellas a veces. Si hubiera tenido un centimetro de piel sin cicatrices, lo devoraría para dejar al aire mi esqueleto de perro loco y enfermo, pero libre. Si eres un perro puedes lamerte en público, y todos se muestran inclinados a entender que de vez en cuando te mees en su alfombra. No me busques si no es con un buen filete crudo en la mano, a dia de hoy no me interesa nada mas...

2 comentarios:

bahrelghazalensis dijo...

No te voy a negar que sí que es verdad que a veces sueles causar dolor a los de tu alrededor, algo creo conocerte.Pero también es cierto que las heridas que provocas, con el tiempo, cobran en aquellos que la padecen un efecto depurador... (yo me entiendo)
Palabrita de Caniche...sigo sin saber morder.

Israel Mann dijo...

No te hace falta morder, sino saber donde estar para que no te den mas patadas que galletas y caricias en el lomo. Mi consejo, no menees el rabo tan facilmente, la gente se acostumbra mal.
PD Deja que seamos otros los que mordamos, tu no deberias valer para eso...