Descenso

jueves, 2 de octubre de 2008



Esta mañana comenzó mi particular viaje al infierno. Algo bueno si que hubo. Desempolvé a mi pequeño, la Fura Blau del Pallars, mi huevo maldito, en cuyo interior se han gestado tantas maldades, borracheras y sexo entre especies. Estaba como siempre, perfecto, puro y libre a pesar del prolongado encierro debajo de la lona. Me esperaba, anhelaba que lo descubriera y le soltara las riendas para desbocarse a gusto por un poco de tiempo. Yo le di el gustazo. Al arrancar ronroneó tímidamente, su particular voz ronca hizo que mis huesos temblaran, me prometió un viaje inolvidable, una puta locura de velocidad y música a todo meter...
Casi sin darme cuenta, antes de percatarme de ello, ya iba chillando en cada curva como una arpía enloquecida fugada del infierno, justo como a mi me encanta. Demasiado rápido tal vez, adelanto cientos de pequeños cochecitos de juguete que Dios me ha puesto ahí para que me divierta. En un momento me planto en la ciudad, he de coger un avion y me voy al aeropuerto sin parar ni una sola vez, lo que digo, demasiado rapido. Con infinita tristeza lo abandono en un parking público, le pido perdon y me despido con un beso.
Ahora, estoy en medio de la terminal, rodeado de desconocidos, demasiada gente, demasiado ruido para pensar bien. Pasa algo curioso en los aeropuertos. Son sitios grandes, espaciosos y muy iluminados, con aire en constante movimiento. Aqui los subterfugios no estan permitidos. Hombres y mujeres compiten bañándose en sus perfumes mas chabacanos y terribles en una competicion perdida de antemano por destacar en el maremágnum de hedores envasados. Yo, que me guío antes por el olor que por la vista, sufro las consecuencias. He estado en burdeles que olian mejor, hasta el olor del abono por las mañanas sin desayunar es mas tolerable. Estoy enfermo, verde y abatido en una silla tremendamente incómoda. Odio esta parte como siempre y eso que aun me quedan mas de tres horas sentado en ese maldito avion...

0 comentarios: