La chica caimán, sueños del pirado y mi jodido árbol de navidad

lunes, 8 de diciembre de 2008



Llevo varios días congelado. Demasiados acontecimientos que se solapaban, saturándome de imágenes confusas y terroríficas. He roto muchas cosas que estaban a medio romper, porque siempre me gusta el sonido del cristal al romperse, aunque luego me corte los pies descalzos. Porque, para mi, es importante ser yo el que pierde, y no que me gane nadie, una diferencia de importancia capital si vives el tipo de vida que yo. Demasiado tiempo también sin escribir, dejándolo todo en la bandeja de entrada de mi cabeza, ahora la montaña de papeleo cerebral atrasado amenaza con engullirme. Tenía un montón de notas inconexas y bocetos desperdigados por todo mi principado, entre ropa sucia y botellas vacías, prueba irrefutable del momento de caos en que he vivido estos días. Pero ahora todo ha cambiado, sé lo que quiero, sé cómo conseguirlo, tengo determinación de sobra y nada en absoluto que perder. En mi letargo helado, soñé varias veces. Una de ellas con una chica caimán que quería devorarme debajo del agua, recuerdo que la abracé y la atraje hacia mí, si tardo un minuto más, me la follo. Se asustó muchísimo y me echó del sueño antes de que esto sucediera, tiene que ser jodido ser una pesadilla que despierta la lascivia de un pirado en vez del terror. En sueños las cosas siempre parecen menos horribles, puedes enfrentarte a situaciones terribles tal y como siempre quisiste hacer, puedes decirle las cosas que nunca pudiste a las personas que ya no estan con nosotros... La realidad siempre es una puta, una de las peores, de esas putas aficionadas que no comercian con su cuerpo, sino que se regalan al que menos se lo merece sólo por joderte. Como digo, la realidad es mucho peor siempre. Ella estaba en la cama, dormida, su cara justo enfrente de la mia a escasos centímetros. Quedé paralizado observándola, ella se limitó a sonreir en su sueño satisfecho. Me mostró una larga hilera de dientes amarillentos, afilados y prestos a cortar y masticar mi carne cruzada de cicatrices y caricias mentirosas. Hasta mi llegó su aliento a cariño cadáver a medio devorar, a burdos intentos de manipular y embustes poco piadosos. Lentamente me levanté de la cama escurriéndome de su abrazo fatal, si tan sólo pudiera llegar hasta el armario donde guardo las armas... Piso algo. Supongo que es mi conciencia que dormita golpeada y violada en el suelo de mi habitación, que de repente se despierta aullando. Todo es muy confuso a partir de aqui, sólo se que jamás logré despertar del todo, hay un guiño en mi mirada de loco triste que reservo siempre, incluso durante la vigilia, para mantenerme a distancia suficiente de la realidad. Una gota de cordura en un océano de desvaríos en la mente de un enfermo enamorado de su enfermedad. Estoy atado a una cama que no es la mía, no tengo nada de piel, y mis músculos expuestos me recuerdan a esas láminas tan pulcras que nos mostraban en los colegios y que a mi me horrorizaban. Siempre supe que las personas, a grandes rasgos, eran así por dentro, que yo mismo portaba una calavera en mi interior que me aterraba y de la que no me podia alejar nunca. Con el tiempo, he visto demasiados cuerpos troceados de las mas diversas maneras y ya no me impresiona tanto, pero me sigue inquietando, y siempre me reconozco en cada calavera que veo. Decenas de chicas desnudas lamen mi sangre salada deleitándose con el sabor a mar y a vida que derramo sobre las sábanas teñidas de escarlata. Reconozco todas sus caras, pero he olvidado sus nombres. Dejo que lo hagan sin chistar, yo disfruto con esto y ellas van a reventar mucho antes que yo. Mi sangre no la soporta cualquiera y tengo de sobra de donde la han sacado. Todo termina y yo me levanto regenerado y desnudo en plena noche. Mi Tokkaebi está contento porque vuelve a serme útil, y calienta mi cuerpo prisionero como está en mi. Desde mi balcón puedo ver mis árboles de navidad, cubiertos con las luces de las farolas y con la nieve que cae sobre el mundo. Tengo todo un puto jardín de árboles de navidad, porque no sé de medias tintas, y yo voy a por todas, siempre. Mis árboles son de verdad, y paso de la mierda de nieve en aerosol con la que nos intoxican las tiendas en estas fechas. Árboles de verdad, nieve de verdad y un frío cabrón que corta la respiración del que no esté acostumbrado como yo. Queréis blancas navidades? Os gustan las postales que os venden en el puto Corte Inglés? Muy bien, pero alejaos de mi montaña, esta es mi nieve, mis árboles y mis cuadernos malditos llenos de garabatos.
Si has leido esto y piensas que tal vez eres tú la chica caimán, que has valido el esfuerzo de este rato que he estado escribiendo, puede que estés en lo cierto y lo seas. Pero no te sientas mal, no estás sola. La chica caimán sois muchas sin nada particular salvo, quizá, la atención que en su momento os presté. Vivís en la ilusion de que sois cazadoras, y en realidad sois la presa asustada que se sortean los verdaderos depredadores...

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